En la mente de muchos gobernantes, después de la independencia, regía un pensamiento filosófico de Aristóteles que decía: “la ignorancia es el cáncer de las naciones, la fuente del retroceso, el solio de la tiranía”. Por lo que solo ilustrando al pueblo sería regido sin violencia, sería respetuoso de la ley, conocería sus deberes, sabría conservar sus derechos y respetar los ajenos. Inspirados en estos dogmas, figuras como el general Gerardo Barrios instituyó la reforma educativa que comenzaba en las primeras luces de la primaria hasta coronar una carrera universitaria; florecieron las escuelas en todo el territorio, le dio auge a la Universidad Nacional y Colegios nacionales. Pero todavía no estaba completo el sistema social y político. Las zacapelas ministeriales por ambicionar el poder debilitaban y ponían en riesgo a la sociedad.
