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Capítulo I

EL ACERTIJO

 

          Era una de esas tardes tranquilas de enero, soplaba una brisa fresca que invitaba a hacer actividades. Nardo y Narciso estaban jugando fútbol en el patio con Oliver, Baobab y Cesalpinia, mientras Rosa y Violeteira estaban en la habitación de Linda jugando con una casita de muñecas que le había regalado su padre cuando cumplió siete años. La casita era adorable, hecha de madera, al estilo victoriano, con muchos detalles en puertas, balcones y ventanas. Estaba amueblada completamente y adornada con pequeñas obras de arte, miniaturas de jarrones con flores y cristalería.

          Linda estaba leyendo cómodamente en un diván que tenía frente a la ventana, cuando algo en la casita le llamó la atención, cuando las chicas jugaban a redecorar con diferente estilo la sala y el comedor. Rosa había movido algo de la sala que capturó la atención de Linda. En la decoración que adornaba la casita, había un pequeño jarrón en la sala principal que contenía una sombría, una espada y un tridente de oro en miniatura.

          Linda cerró el libro de presto y le pidió a Rosa que le alcanzara el pequeño objeto.

          —¿Qué pasa mamá? —Preguntó Rosa. A Rosa no le costó acostumbrarse a llamarla ‘mamá’; privada de este privilegio desde pequeña, Linda siempre representaba para ella la figura maternal que nunca tuvo, desde que llegaba a jugar con los gemelos y su conexión con ella fue naturalmente amorosa.

          —Es lo que he andado buscando por meses y lo tenía en mi habitación, enfrente de mi nariz. —Dijo animada. Buscó la caja de oro que tenía bien escondida en una puerta secreta en su cómoda y la abrió. Las niñas se maravillaron de la cajita de oro que brillaba deslumbrante.

          Para conseguir la caja de madera que se abría con trucos y que estaba en la biblioteca de su abuelo sin despertar sospechas en su tío, Linda había pedido a Dumisani que le ayudara a entrar al estudio de su abuelo, porque permanecía con llave desde el incidente con su tío. Le había pedido, además, que consiguiera un carpintero para que elaborara una caja de madera con las dimensiones y el peso de la que había estado tratando de abrir, cuando el tío hizo su aparición en el estudio. Dumisani hizo todo lo que le pidió. Dumisani manejaba todo el inventario de los duplicados de las llaves de la casa, en caso de alguna emergencia, y le había dado a Linda el duplicado de la llave que abría el estudio de su bisabuela, pero sin decírselo al tío Charles.

          Una noche, Linda se escabulló al estudio, lo abrió con el duplicado de la llave que Dumisani le había dado, y rápidamente hizo el cambio de la caja de madera por la que había mandado a hacer. Cerró y fue a su habitación a tratar de abrir la caja nuevamente. El acertijo de la caja para abrirla, lo resolvió con tal emoción que pensó en que había encontrado las semillas del hiperión. Cuando la caja se abrió, dentro estaba otra pequeña caja de oro, pero también tenía que abrirla con una llave que parecía un tridente, según los tres orificios que presentaba. La sacudió para determinar si tenía las semillas adentro, pero no oyó nada parecido. Frustrada Linda se sentó en su cama a tratar de deducir que objeto, entre todos los que había observado en el estudio de su bisabuelo, tenía esa forma. Se había determinado a regresar al estudio a buscar la llave que abriría la caja de oro, con esto en su mente, esa misma noche regresó al estudio con el duplicado de la llave que abría la puerta, pero tenía que encender la luz y además que su tío había mandado a colocar cámaras de seguridad. Era muy arriesgado. Buscando otra manera para entrar al estudio, le dijo a su tío que quería un libro de la biblioteca de su bisabuelo, como excusa para entrar y buscar la llave.

          —Sí, vamos, te acompaño. El estudio está abierto durante el día. —Le había comentado su tío Charles. Linda se sintió frustrada de que hubiera aprovechado ir de día.

          El estudio solo lo cerraba de noche. Cuando entró dispuesta a buscar la llave, su tío no se apartaba de su lado y no pudo hacer mucho.

          Al fin Linda encontraba la llave para abrir la caja de oro. Excitada metió el pequeño tridente en la cerradura y la caja se abrió. Las chicas estaban atentas al contenido de la misteriosa caja. Por dentro estaba forrada con pana roja y contenía un papel doblado en cuatro partes. Linda lo extendió con cuidado, aunque el tiempo no había hecho que se degradara por estar bien guardado de los elementos que descomponen el papel.

          —¿Un criptograma? —preguntó Linda para sí, pero en voz alta.

          —¿Qué es eso? —Preguntaron las dos chicas.

          —Un criptograma es un mensaje escrito en clave. —Les contestó.

          —¿Y qué dice? —Preguntó Rosa interesada.

          —No lo sé, tengo que descifrarlo primero. —Dijo Linda.

          Se fue a su escritorio cogió papel y lápiz, y comenzó la tarea. Rosa y Violeteira la siguieron con curiosidad. Luego fue escribiendo las vocales que consideraba que llevaba cada grupo de consonantes.

          —Son solo consonantes, lo que significa que faltan las vocales. —Les dijo resolviendo la primera.

          Bllzdm jrnq hcp rdnt cnt nls nc dlr pr dccn.

          Después de colocarle vocales a cada grupo y separar las palabras, se levantó satisfecha.

          —Creo que lo tengo

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